IV. Boh Barih
— Auch... — ¿Quieres dejar de protestar ya? — bufó Tahira después de que Faruq se quejara por enésima vez, mientras le cosía el hombro. El joven sonrió, y así ella supo que lo hacía a propósito. Ponía todo el cuidado y esmero del mundo en hacer su trabajo sin hacerle daño, siempre. Pero él parecía encontrar inexplicablemente divertido el hecho de intentar ponerla nerviosa. — Ni que fueras un niño. La próxima vez, que te remiende Dumah. — Uf... — Faruq puso mala cara sólo de pensarlo y negó con la cabeza. — Está bien, lo siento. Y gracias... —. Bajó la mirada y le dedicó una sonrisa agradecida. Tahira maldijo interiormente la habilidad que tenía para hechizarla con sus ojos verdes, haciéndose ver irresistiblemente adorable. ¡Qué impropio de un hombre! Y a la vez... Qué efectivo. — Esta vez te quedará cicatriz — comentó, acariciando la piel tostada del hombro de Faruq con las yemas de los dedos, repasando los contornos de sus tatuajes. — Mejor. Una historia más que contarle a