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Mostrando entradas de abril, 2017

Vrana XVI: Arsgulf

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Aquella noche los nervios no dejaron que Vrana pegara ojo. Las dudas, las preguntas y los pensamientos se arremolinaban y le hormigueaban en el estómago. Tenía muchas ganas de ver Arsgulf, y si, efectivamente, sus recuerdos volvían junto a sus seres queridos. Pero también mucho miedo a que no fuera así. No quería defraudar a Knar, ni al resto de su comunidad, o que la rechazaran por no ser la mujer que ellos recordaban. No sabía qué decirle a su hijo cuando lo viera después de dos años de abandono, o cómo explicarle su falta de memoria. Había tantas cosas que tenías ganas de descubrir y que al mismo tiempo la aterrorizaban... Knar se despertó con el alba, y se encontró a Vrana ya en pie y con unas terribles ojeras. Aún así, la mujer era totalmente incapaz de sentir sueño o cansancio. Comieron rápidamente y empezaron a descender hacia un valle cercano. Knar también se mostraba entusiasmado. A pesar de estar también agotado, no paró de hablar ni un minuto mientras anda

Vrana XV: Tierra de lobos

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—¿Conociste a alguien bueno en el hospicio, Vrana?—preguntó Knar al día siguiente mientras andaban. Vrana había decidido rebajar un poco el paso hasta que le bajara la fiebre. La mujer se le quedó mirando largamente. No acababa de entender demasiado bien a cuento de qué venía la pregunta. Por la mirada del chico, hubiera dicho que era mera curiosidad. No dejaba de ser una cuestión sobre la que tenía que reflexionar. Se acordó del guerrero al que liberó, y el que permitió que pudieran escapar en medio del caos del patio. No obstante, no podía decirse que aquel sujeto fuera "bueno", menos aún cuando el recuerdo más vívido que tenía de él era el de su cara empapada en sangre... —Creo que sólo a Íofur. Al menos, que recuerde.—. Vrana contestó mientras andaba, de forma que no tuvo que poner demasiado empeño en disimular el gesto entristecido que la asaltó al volver a pensar en él. —Pero él no estaba ahí porque sí. Sólo entró porque fue a buscarte—puntualizó Knar. V

Vrana XIV: Invitados de honor

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Tras la última línea de bosque, lo que esperaba a Knar y a Vrana era una larguísima llanura que se extendía hasta los pies de las lejanas montañas Gundir, cubierta casi por entero de aquella calima propia de los pantanos a la que Vrana ya empezaba a acostumbrarse. El clima se humedeció drásticamente. Los días de calor se volvieron bochornosos, y los días que no salía el sol dejaban que el frío les calara las ropas casi por entero. Los días, en general, se volvieron muy largos y agotadores. Caminaron sin parar por el engorroso cenagal hasta que se les llenaron los pies de ampollas. Al principio, debido a las heridas que Vrana sufrió el combate con Éunor, se vieron obligados a parar más repetidamente. Knar ayudaba a Vrana a limpiar y vendar sus heridas con lo que les quedaba del equipo médico que la mujer robó del hospicio. Y a cambio ella le cosía la ampollas con aguja e hilo para que no le dolieran tanto al caminar. Durante aquellos días, Knar casi no había vuelto a hablar. Se

Vrana XIII: El camino fácil

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Knar y Vrana partieron aquella misma tarde y acamparon en el bosque. Por primera vez Vrana se atrevió a encender un fuego al acampar. Sabía que Éunor no intentaría darles alcance hasta que salieran de la región, y sabía que ambos agradecerían dormir calientes, aunque sólo fuera una noche. El muchacho le ofreció entonces su coraza de cuero, la cual tuvo que aceptar a pesar de su inicial negativa. Tampoco podía negar que le iba a hacer falta cuando se toparan con el cazarrecompensas. Al día siguiente el sol volvió a salir con algo más de fuerza. La pareja se levantó temprano y avanzó con agilidad por los senderos ocultos del bosque, intentando mantener su rumbo fijo hacia el suroeste. Evitaron las zonas pobladas, en parte para evitar ser vistos. Y por otro lado porque, desde que Vrana había vuelto a sentir la conexión con la Diosa, la idea de meterse en un pueblo o una granja se le antojaba incómoda. Aunque no habían cogido provisiones en el pueblo, no tardaron en averiguar qu

Vrana XII: "Gracias".

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—Éunor se ha ido—informó Knar al regresar de la taberna—. Compró provisiones y se fue poco después—. Vrana hubiera querido soltar un suspiro de alivio, pero el joven no se lo permitió. —Nos estará esperando a la salida de la región. No es la primera vez que lo hace—. Knar negó con la cabeza con cierto derrotismo—. Al final nos acabaremos topando con él. —Parece que le conoces muy bien... —No, en realidad hoy ha sido la primera vez que le he visto en persona—. Knar se sentó en el banco de piedra, junto a ella. Se sacó una manzana del bolsillo y se la ofreció a Vrana, quien se la aceptó con una sonrisa vaga—. Pero nos has hablado muchas veces de él. Siempre has dicho que es un rastreador muy inteligente. Tras su encuentro con Éunor, Knar había llevado a Vrana a una casa abandonada en las afueras del pueblo. Apenas quedaba de ella más que las cuatro paredes principales, pero en la parte de atrás aún había vestigios de lo que en su día debió ser un pequeño jardín. Entre ellos,

Vrana XI: Éunor

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—¿Nos conocemos?—inquirió Vrana, enarcando una ceja con escepticismo. El hombre borró su sonrisa torcida, y le dedicó a la mujer una expresión severa que oscureció aún más sus facciones angulosas. —¿Es una broma? En ese momento, Knar se aproximó a Vrana por la espalda y le susurró al oído:—Él es Éunor. Vrana volvió a mirar al hombre con expresión de alarma, y acto seguido se llevó la mano al cuchillo del cinturón. El hombre resopló, con cierto hastío. No supo por qué, la mujer tuvo la sensación de que, aunque hubiera logrado sacar el cuchillo, habría sido inútil. Éunor había tenido tiempo de sobra para ponerse en guardia o realizar un ataque. Empero, lo único que hizo fue entrar en la taberna y cerrar la puerta tras él, sin dejar de mirar a Vrana. —¿Qué es lo que quieres de mi?—le espetó ella, sin soltar el mango del cuchillo. No porque pensara en utilizarlo realmente, sino porque había algo en él que lograba darle entereza en situaciones como aquella. Fugazmente, pe

Vrana X: Problemas

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Al despertar, Vrana no reconoció dónde estaba. Se hallaba en una habitación pequeña y austera, con un arcón junto a la ventana, entre dos maltratados lechos de paja que desprendían un olor no muy agradable. Ella yacía en uno de ellos. En el otro, reconoció una melena alborotada y rubia. Una vela sobre un estante arrojaba sus últimos destellos entre los últimos restos de cera consumida. Algo más de luz se filtraba por la ventana entreabierta, y se escuchaban los primeros cantos de los pájaros. Seguramente estaba amaneciendo. Vrana permaneció un largo rato acurrucada en la cama, en silencio, cubierta por las deshilachadas mantas. Sus músculos parecían haberse vuelto de plomo, y renegaban de ejecutar ningún movimiento. Aún sentía el peso del cansancio sobre ella, sumado a los estragos de la malnutrición a la que se había visto obligada en su andadura. Pero, en aquellos momentos, más pesaba sobre ella el hecho de haberse enterado de que había sido madre en el pasado. Tenía dos h

Black in Limbo 5: Medidas desesperadas

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Mephisto En Limbo la vida ni se crea ni se destruye: se transforma. Las almas mortales no desaparecen al morir, se convierten en piedras de alma. Hermosos y brillantes cristales de energía pura, que se depositan en el fondo del río Estigio, donde van las almas. Nosotros, los Carontes, nos encargamos de recolectarlas porque somos los únicos a los que la muerte de sus aguas no afecta.   Las piedras de alma lo son todos para nosotros: la comida, la bebida, la energía, la ropa que vestimos, las armas que forjamos, los edificios de la ciudad… Todo lo que utilizamos, todo lo “material”, proviene de las piedras de alma.   No obstante, cuando los caídos mueren en Limbo, se convierten en algo mucho más especial y raro. Su alma se transforma en una piedra muy especial: el externum. El único metal capaz de herirnos. La muerte de los nuestros es lo único que nos mata. Ironías de la vida. El laboratorio de Uqbah era una maravilla para el Caronte. Todo estaba lleno de cacharritos, t