Blooderflies: Prólogo
Un silencio aplastante reinaba en el interior del edificio en ruinas. La penumbra abrazaba todo, desde el suelo hasta las columnas, siendo el marco perfecto de la única imagen que resaltaba en su centro, la única cosa que a él le importaba. El hombre tatuado no hablaba. El hombre tatuado no se movía. El hombre tatuado parecía no respirar. Se esperaba una trampa, quizá un truco. Ya había visto de lo que era capaz. No podía saber, de ninguna manera, si estaba volviendo a ser víctima de un espejismo, o de un sueño. Si quizá no estaba siguiendo los pasos perfectamente planeados por su adversario, siendo atraído sin saberlo como una polilla hacia la letal llama de la vela. Se movió, lentamente, en silencio, pisando con tanto cuidado que hasta sus pies parecieron fundirse con el suelo. Se apoyó tras una columna, observando en la distancia la figura iluminada por el único haz de luz, frío y mortecino, que se filtraba a través del techo semiderruido. El hombre tatuado mirab