Blooderflies: Prólogo



Un silencio aplastante reinaba en el interior del edificio en ruinas. La penumbra abrazaba todo, desde el suelo hasta las columnas, siendo el marco perfecto de la única imagen que resaltaba en su centro, la única cosa que a él le importaba.

El hombre tatuado no hablaba. El hombre tatuado no se movía. El hombre tatuado parecía no respirar.

Se esperaba una trampa, quizá un truco. Ya había visto de lo que era capaz. No podía saber, de ninguna manera, si estaba volviendo a ser víctima de un espejismo, o de un sueño. Si quizá no estaba siguiendo los pasos perfectamente planeados por su adversario, siendo atraído sin saberlo como una polilla hacia la letal llama de la vela.
Se movió, lentamente, en silencio, pisando con tanto cuidado que hasta sus pies parecieron fundirse con el suelo. Se apoyó tras una columna, observando en la distancia la figura iluminada por el único haz de luz, frío y mortecino, que se filtraba a través del techo semiderruido.

El hombre tatuado miraba hacia la luz sin verla, con las puntas de los dedos rozando la piedra de su altar. Tranquilo, inalterable, inmune al miedo. Las mariposas se posaban en su cuerpo, moviendo el polvo del aire cada vez que aleteaban a su alrededor. Los colores de sus alas centelleaban bajo la luz, como una visión fuera de aquella escena.
Inspiró hondo. Se mordió la lengua. La cuerda del arco crujió de forma casi inaudible al tensarse, apuntando la flecha hacia la cabeza de su objetivo. La adrenalina le pinchaba los músculos en tensión, siendo consciente de la letalidad de su próximo tiro.

Y entonces, sólo entonces, el hombre tatuado giró la cabeza, despacio, centrando sus ojos negros en él. Esbozó una leve sonrisa, sin perder la calma.

—¿Vas a dispararme, Derek?

El eco de su voz rebotó, resonó y murió por completo antes de que él se dignara a contestar: —Sí.

La flecha rompió el silencio con un zumbido vibrante, partió el aire en dos y la carne en astillas, para terminar incrustándose en la pared agrietada varios metros más atrás.
La sangre goteó desde el ástil hasta el suelo.

Plic.
Plic.

… Plic.

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